En este blog voy a compartir una experiencia muy personal, muy profunda, para que podáis conocer un poquito más de mí y ver este lado humano y errante que tenemos todos, sin importar de dónde venimos ni a qué nos dedicamos en nuestro día a día.
En mi consulta me encuentro con pacientes con diferentes dificultades, con diferentes síntomas que les dificultan mucho su adaptación a situaciones diarias, con problemas en las relaciones interpersonales que son fuente de mucho malestar y sufrimiento, personas con una baja autoestima, con relaciones dependientes, con síntomas depresivos o ansiosos, estrés, etc. Pues bien, a menudo estas personas me preguntan por mi propia vida, quieren saber de qué manera manejo yo las situaciones que se me presentan y me voy dando cuenta que en muchas ocasiones creen que yo, por el simple hecho de dedicarme a la psicología y a acompañarles a ellos en su propio proceso, lo tengo fácil, no tengo conflictos personales o si los tengo, los manejo a la perfección. Tanta teoría estudiada, tantas horas de proceso de terapia para los demás, «esta chica lo tiene claro, tiene todas las respuestas, seguro que su vida va como la seda». Pues no queridos amigos, yo antes que profesional de psicología soy persona y como tal, tengo mis heridas, tengo mi ego, mi lado oscuro y sí, a veces las emociones me invaden, las situaciones me superan y tengo que adaptarme a ellas. Lo que sí es cierto es que gracias a todos los años de estudio, gracias a leer mucho, gracias a las conversaciones con personas significativas de mi entorno y gracias a muchos de mis pacientes, hoy en día soy mucho más consciente y atravieso mis dificultades de una manera mucho más adaptada y funcional.
Me siento muy identificada cuando tengo enfrente a personas con las que comparto las mismas heridas y cuando les acompaño en su proceso de sanación. Siempre les digo «te lo digo a tí y me lo digo a mí» porque cada vez que trabajo algún campo específico, además de acompañar a la persona que tengo enfrente, me ayudo a mí misma, me recuerdo lo realmente importante, me recuerdo el camino que debo seguir para ponerle luz a mis sombras y ser un poquito mejor cada día.
Por eso me siento muy identificada con este término de «niña buena» porque yo misma me veo reflejada en él. Antes ni lo sabía, no me daba cuenta de que muchas de las cosas que hacía en mi día a día estaban condicionadas por esta creencia y esta forma aprendida de relacionarme con los demás. Cuando no tienes esta consciencia tú realmente crees que eres «una niña buena». Pero poco a poco y sin saber todavía por qué, notas malestar, te sientes ansiosa en las relaciones sociales, estás más irritable, sientes enfado y empiezas a darte cuenta de que probablemente no estás siendo coherente con tu propia esencia, estás viviendo en base a tu mente, a las creencias limitantes que ni siquiera son tuyas. Son el legado de tus padres, abuelos, bisabuelos que tú has creído tuyas y que marcan tu comportamiento actual. Eso sí, cuando tomas consciencia y empiezas a trabajarlo, te sientes profundamente liberada. Y como todo en la vida, es un proceso que lleva tiempo.
El síndrome de la niña buena es un término que hace referencia, en la mayoría de los casos, a mujeres que por unas razones han desarrollado un modo de estar en el mundo y de relacionarse con los demás que es fuente de mucho malestar y puede ser la antesala de diferentes trastornos mentales como ansiedad o depresión.
¿Cuáles son las características principales de este síndrome?
1. La necesidad de complacer a los demás.
Las personas han aprendido a que complaciendo a las personas de su entorno «se aseguran» su aprobación, su afecto y su amor evitando el posible rechazo.
2. Evitar los conflictos.
Viven el conflicto como algo malo, tienen miedo a el ya que para ellas puede ser la causa de que la relación se rompa y ellas se queden completamente solas.
3. Miedo a decepcionar a los demás.
Como creen que su propia valía depende de la validación y la aprobación externa tienen un miedo atroz a decepcionar a personas de su entorno, creen que si decepcionan, las personas dejarán de quererlas o de contar con ellas.
4. Dificultad para decir «no».
Las personas con este síndrome son personas con un estilo de respuesta pasivo, no expresan sus opiniones o deseos por no creer que sean importantes o por el miedo a que les abandonen si muestran su verdadero ser. Muchas veces ni siquiera saben cuáles son sus verdaderos deseos ya que nunca han atendido esta parte, por lo tanto suelen dejarse llevar por lo que quieren los demás.
5. Valorar más las necesidades de otros.
Estas personas casi nunca piensan en sus propias necesidades, están totalmente desconectadas de ellas mismas, han desarrollado una creencia de que pensar en ellas mismas es un acto egoísta y por este motivo anteponen las necesidades de los demás a lo que ellas mismas puedan necesitar.
6. Dificultad para poner límites.
Está característica está muy relacionada con todas las anteriores. Poner un límite significa saber lo que uno quiere y perseguirlo, tener claro el límite entre lo mío y lo del otro y defender, de una forma asertiva, mis deseos y mis necesidades. Las personas con el síndrome de la niña buena muchas veces creen que al poner límites están siendo egoístas y se quedarán solas.
7. Dificultad para tomar decisiones.
La desconexión de uno mismo que produce esta forma de actuar y relacionarse va a provocar una enorme inseguridad, falta de autoestima, falta de confianza en su propia capacidad y, como consecuencia, va a producir muchas dificultades en la toma de decisiones y, también, la constante búsqueda de ayuda externa o de confirmación de los demás para saber si la decisión que están tomando es correcta o no.
8. No mostrar ciertas emociones como ira o enfado.
Por supuesto que las niñas buenas no «pueden» enfadarse, no se lo permiten porque creen que son emociones «negativas», ellas siempre «tienen que» estar bien, sonriéndole a la vida, independientemente de cómo se sientan por dentro. Por lo tanto, al no permitirse expresar ciertas emociones, la gestión de las mismas se hace prácticamente imposible y hay mucho sufrimiento encubierto.
Tomar consciencia de que estás atrapada por este tipo de creencias es el primer paso para poder liberarte de ellas.
Y tú, ¿eres una niña buena?. ¿Te acompaño en el proceso?